Dar, ayudar y estar al servicio de los demás es algo precioso que debe surgir espontáneamente desde un corazón abierto y pleno. Además, debe aportar alegría tanto al que da como al que recibe. Sin embargo, el hecho de dar no sólo se da en circunstancias de abundancia y equilibrio como la madre naturaleza que provee limones a través del limonero, y da flores a través del rosal. A veces damos, ayudamos y servimos a quien no le corresponde y eso es ir en contra de lo que denominamos como ley de la correspondencia. Si, de forma natural, estuviésemos en ese equilibrio o justo medio del que ya hablaba hace miles de años Aristóteles, dar sería un verdadero placer. Pero a veces ofrecemos algo sin ningún tipo de poder, sin que nos lo pidan y sin que la otra persona realmente lo merezca.
Saber dar y estar al servicio de los demás es un arte de sabios, y no de buenas personas. Y es que, en muchas ocasiones, por bondad mal entendida y con buenas intenciones, hacemos más mal que bien, tanto para nosotros mismos como para los demás. ¿Y cómo distinguir si hemos dado con sabiduría o simplemente con buenas intenciones? La respuesta la encontramos en el resultado. Si damos con sabiduría damos a quien le corresponde, en el momento justo y de la forma adecuada: ayuda física, emocional, psicológica o intelectual. Quien es bondadoso, debe saber que al menos tienen que darse tres condiciones para dar y ayudar a los demás:
1.- La persona debe nos debe pedir ayuda. Si no es así, es mejor no ofrecerla. Todos debemos aprender a pedir ayuda cuando la necesitamos para comprender con humildad que no somos entidades omnipotentes, y que todos somos en un momento dado dependientes, incapaces o vulnerables.
2.- Debemos comprender si en ese momento podemos dar la ayuda requerida, ya sea por tiempo, conocimientos correctos o recursos necesarios para proveerla, entre otros motivos.
3.- Cumpliéndose las premisas anteriores, es fundamental observar si la persona que nos ha pedido ayuda está en una situación de correspondencia, si verdaderamente lo necesita, o si nuestra ayuda le está impidiendo comprender una información que desconoce y debe aprender.
A veces, teniendo claras las dos primeras premisas, damos por hecho que todas las personas necesitan ayuda y no deben sufrir. Si bien, es cierto que es mejor no sufrir, cada persona ha venido a esta vida a aprender ciertas lecciones. En nuestra vida, existen ciertas verdades que nos traen paz y calma pero también mentiras que nos aportan dolor y sufrimiento y que debemos trascender. Es imposible vivir sin dolor, y el sufrimiento tiene el propósito de conducirnos a aquellos lugares donde existen retos específicos que solo nosotros podemos superar.
Si comenzamos a visualizar nuestra vida como una fórmula perfecta donde cada uno está en el lugar perfecto en el momento adecuado, veremos que dar ayuda no es siempre la mejor solución. La bondad debe ser adecuada, proporcional y justa.
Ayúdate a estar en equilibrio y en contacto con tu paz y ayudaras a los demás a hacer lo mismo.
Irina de la Flor
Directora de Lo Mejor de Mí
Fundación Vivo Sano