La meditación es una técnica muy potente, que bien comprendida y utilizada, puede acelerar el cambio personal mejor que cualquier otra herramienta.
Existen muchos tipos de meditación y diversas formas de llevarla a cabo. La meditación más eficaz es la que se adapte a nuestra forma de ser de la forma mas cómoda. Hay tener en cuenta que la meditación en sí no es natural o comprensible para la actividad de la mente.
En esencia, la meditación abre la posibilidad de conectar con el observador interior y anterior a los procesos mentales a los cuales precede. Nos permite aliviar procesos mentales obsesivos, procesos mentales repetitivos y aumentar la energía del equilibrio. El observador que no piensa, y mira sin juicio, permite devolver a la persona a un estado de estabilidad o punto cero que ayuda a la mente a disminuir los procesos mecánicos y a conectar con la naturaleza sutil de su verdadera esencia: se trata de aquella que es propia del ser y que la propia mente destruye en su intento por protegerla.
Sin embargo, la mente ni sabe lo que es la meditación, ni le gusta especialmente. La práctica de meditar, detiene suavemente la actividad mental que da sentido a la mente. Por lo tanto, ésta cuestiona hasta el último segundo el motivo de esta decisión. La mente mecánica, aparte de no comprender la necesidad, la misma finalidad de la meditación le es completamente imposible de entender. Y es que la mente razona, juzga y excluye, mientras que la meditación despierta una parte del ser que acepta, abraza y sonríe a todo lo que hay sin distinción.
¿Es posible practicar dos caminos opuestos? La clave es que la meditación abrace el proceso mental, que no lo niegue ni lo reprima. Si lo hace, no estamos en el lugar a donde la meditación nos lleva, simplemente en otra fase de otro proceso mental.
¿Cómo podemos saber que hemos llegado al lugar donde la meditación nos lleva? Lo sabremos cuando tengamos la capacidad de aceptar todo lo que hay sin exclusión ninguna (incluyendo nuestra propia muerte y la de nuestros seres mas cercanos). También cuando nos fundimos con lo que conectemos a través de la vista, el olfato, el gusto, y el tacto; cuando seamos uno con el todo, y ello nos de una sensación de estar en casa, de amor, de recogimiento, de plenitud y de paz. Lo sabremos cuando no haya más preguntas desde la mente porque no habrá ningún sitio mejor donde ir. Y lo sabremos porque sentiremos que la vida es un tránsito, pero nuestra esencia es eterna.
Irina de la Flor
Directora de «Lo mejor de mí»
Fundación Vivo Sano