La libertad es un tema estudiado ampliamente desde diversas disciplinas incluida la psicología, la filosofía, la teología e incluso la ciencia. En su libro “La Biología de la Creencia”, Bruce H. Lipton, un famoso biólogo celular, nos explica que nuestros genes son los que verdaderamente dictan nuestro futuro y éstos se cambian con las experiencias y los pensamientos, tanto con los propios como con los de nuestros antepasados.
¿Cómo pueden afectar los pensamientos a nuestros genes? De la misma manera que afectan y crean la forma en la que vemos la vida. Asimismo, afectan a la manera en cómo nos sentimos, cómo son las experiencias de nuestra vida e incluso algunas enfermedades que padecemos.
La libertad es algo que el hombre siempre ha buscado fuera. Algo que, de alguna forma mágica, se alineará y creará unas circunstancias que le permitirán hacer, decir, o pensar lo que le apetezca. Desde el principio de los tiempos, las sociedades han creado mecanismos para que el hombre conviva en paz y en equilibrio. Tras miles de años de sufrimiento, conflicto y guerras entres los hombres, las sociedades han creado un sistema de derechos, libertades y responsabilidades para generar un aparente orden social. Por ello, muchas personas cuando hablan de libertad, todavía se refieren a la situación de sentirse libres de ese conjunto de reglas, normas, procesos, pautas y medidas con las que todos convivimos y que de alguna forma se crearon con el fin de mantener un entorno un poco más pacífico. Sin embargo, la verdadera libertad, como diría Eric Fromm, no es la libertad negativa, sino aquella que nace de dentro.
En mi experiencia, no hay verdadera libertad si no sabemos que estamos atrapados. ¿Cómo te podrías liberar de tu secuestrador si creyeras que es tu salvador? ¿A quién pedirías ayuda si la persona en la que más confías es la que te está engañando?
En el caso que nos ocupa, no hay secuestrador como tal, ni un tercero que nos reprima, si no que es la propia identificación que nosotros como individuos hacemos con nuestro plano mental lo que nos lleva a vivir atrapados en nuestras propias mentiras. Por este motivo, el libre alberdrío no existe en mi experiencia y mientras no seamos libres de nuestro ego.
Nacemos en un mundo donde la mayoría de las personas se ven atrapadas dentro de su propio ego; una sociedad donde las creencias más enraizadas dictan nuestra manera de hablar, comer, vivir, dónde trabajar, con quién casarse y cómo comportarse en toda situación, y donde sus dogmas son raramente cuestionados. Dentro de este panorama, no es difícil cometer el mismo error.
Desde pequeños, nos enseñan los caminos óptimos para desenvolvernos en la vida en todos los aspectos para hacernos más libres. Sin embargo, entre líneas también la misma guía que nos ayuda, nos está indicando el camino a qué pensar, cómo pensar, e incluso qué cuestionar y qué no. Entrenando a personas durante 14 años, a través del coaching tradicional, y desde hace unos 7 aproximadamente a través del coaching consciente, he comprobado como la mayoría de las personas que sufren no son conscientes de que su mente es la responsable de una gran parte de ese sufrimiento.
Por lo tanto, comprender cómo funciona nuestra mente, entender cuáles son las diferencias entre mente y consciencia, observar qué pensamos exactamente a diario de forma mecánica y qué sentimos en consecuencia de forma mecánica, son algunos de los pasos básicos para comenzar a salir de un perpetuo sufrimiento. Y ese paso, el que te proporciona la información correcta sobre cuanta cantidad de sufrimiento nos generamos nosotros mismos es lo que nos hace verdaderamente libres. Y es que en ese caso, no hace falta que algo pase para ser felices, ni es necesario que se acabe la pandemia. No hay que recuperar el trabajo perdido, o la relación rota, ni que haya paz en el mundo o que mi familia se comporte como yo creo que debe comportarse. Cuando conocemos cómo funciona nuestra mente y aprendemos a trabajar con una serie de herramientas para entrenarla y pensar con autonomía, es cuando se produce la verdadera emancipación.
Es en ese momento cuando la palabra libertad cobra sentido y el libre albedrío deja de existir para nosotros.
Irina de la Flor. Directora de Lo Mejor de Mí
Fundación Vivo Sano