La vida es una montaña rusa, con sus momentos buenos y sus situaciones de bajón. Eso es así, no tiene discusión. Pero además, es algo que nos afecta a todos sin excepción. Da igual que seas hombre o mujer, médico, jugador de futbol, albañil o coach. El ser humano vive constantemente en ese vaivén de emociones, arriba y abajo… y vuelta a empezar. No lo podemos evitar, pero sí ser conscientes de ello y tratar de tomar el control para que los momentos de bajón sean los mínimos posibles y potenciar los minutos de magia. La clave para conseguir ese “control” está en el poder del pensamiento positivo y la fuerza que tiene para determinar con que actitud te vas a enfrentar a las circunstancias o problemas que te brinda la vida. Es simple y sencillo, todo parte de nuestros pensamientos, lo que nos decimos a diario, esas ideas que definen nuestra visión de nosotros mismos y de lo que nos rodea. Tienen tanto poder que determinan cómo nos sentimos y las decisiones que vamos a tomar en base a esos sentimientos.
A diario tenemos maravillosas experiencias que pueden reforzar estos pensamientos positivos y ayudarnos a transformar nuestra percepción del mundo y nuestra actitud ante la vida. Tan solo tenemos que poner foco en estas cosas, una palabra de cariño, el canto de los pájaros por la mañana, una sonrisa, un amigo, una buena canción en la radio, la recompensa de un trabajo bien hecho, recibir un “gracias por ayudarme”… Existen infinitas formas de alimentar nuestros pensamientos positivos, y solo depende de nosotros sacar lo mejor de cada una de ellas, y brillar.
Entonces, ¿por qué no vemos más a menudo este brillo en las personas que nos rodean? En los momentos de bajón, esos en los que vamos montados en la montaña rusa y tenemos más miedos, tenemos tendencia a alimentar nuestros pensamientos negativos, victimistas y catastrofistas. Es innato e instintivo, nos boicoteamos a nosotros mismos y de esta forma creamos barreras enormes que anulan cualquier pensamiento positivo que podamos tener. Hasta el punto de no ser capaces de verlo.
Para entenderlo mejor os voy a contar la historia de Carla.
Carla es una chica fantástica, inteligente, amable y sensible… pero, como buena adolescente, tiene esos momentos de su proceso de madurez que le hace tener dudas de todo, compararse con los demás y pensar que no va a conseguir nada en la vida.
Cuando le ocurre esto, sus pensamientos giran en torno al “yo no valgo”, “no me gusta mi cuerpo, o mi ropa”, “no tengo estilo” o al “yo no soy suficiente para esto o aquello”… y esto hace que tenga momentos de derrumbe, lógicos y normales. El otro día fue un día de estos. Ella expresaba lo que pensaba y lo que sentía, sin saber por qué le ocurría esto y como pararlo.
Entonces decidí contarle la historia de mi chapoteador. «¿Tu chapoteador?» – me dijo con cara extrañada.
– «Si, mi chapoteador», dije.
Todos llevamos dentro de nosotros un chapoteador. El chapoteador es una parte de nuestro interior que está regido por el cerebro primitivo, el que se preocupa del instinto de supervivencia. ¿Y a qué se dedica? Le encanta colarse en nuestra mente y ensuciarlo todo de barro y suciedad, nos bombardea con todo tipo de pensamiento negativos, retorcidos, incluso malignos. Y cada uno de estos pensamientos se vuelve un adoquín de barro con el que nuestro “amigo” va construyendo barreras mentales inmensas, que con el paso del tiempo impiden el paso de la luz y nos llevan al desastre, al bloqueo o incluso a la anulación. Este sabotaje que nos hacemos a nosotros mismos es el que determina nuestras emociones y nuestra percepción de la realidad. Y como comprenderás, dicha percepción de nosotros mismos y de lo que nos rodea, bajo ese prisma, es un absoluto caos… Siempre y cuando dejemos a nuestro chapoteador campar a sus anchas.
– «¿Es eso lo que te pasa?»
– «Eso mismo…».
– «Entonces, ¿qué podemos hacer para dominar a nuestro chapoteador?».
La respuesta es simple pero requiere de mucho esfuerzo, como casi todo. Tenemos que cambiar nuestros pensamientos actuales por otros más positivos y más felices. Si pensamos de forma positiva, nuestra percepción de lo que ocurre cambia de forma y observamos lo que nos pasa desde otra perspectiva. Y esto nos lleva a que nuestra actitud ante los problemas sea otra muy diferente.
– «¿Cómo lo ves?»
– «Te entiendo, pero estoy perdida y no sé por dónde empezar…».
Hay muchas cosas que podemos y debemos hacer para crear consciencia positiva, una de las más sencillas es agarrarnos a las percepciones positivas que tienen los demás de nosotros. Ya sé que en estos momentos de dominio del chapoteador es difícil poner el foco en lo que opinan los demás, las barreras de barro son tan altas, y la luz tan tenue. Pero piensa en cuanta gente te valora y por qué, en lo que han dicho de ti, en su percepción de las cosas que haces, en sus agradecimientos hacia ti… familia, amigos, compañeros de clase, del equipo de baloncesto… Piensa por un momento en todo esto. Si te paras un segundo, te darás cuenta de que dar una opinión positiva de alguien requiere de un esfuerzo por parte de la persona que te percibe. Realmente, lo fácil para la gente es emitir opiniones negativas, críticas de todo tipo, casi sin pensar y guiadas por la opinión de otro o por tus propias creencias…
Por eso tenemos que valorar de forma extraordinaria lo bueno que digan de ti, apoyarnos en aquello que dice gente que dedica su tiempo a valorar tus virtudes, tus fortalezas, las analiza, las hace suyas y se refleja en ti como ejemplo. Y una vez que ha asimilado todo lo que le has transmitido, elige decirte: “Eres una persona maravillosa”, o “gracias por apoyarme con esto” o “te admiro por ser tan sensible”. ¿No es fantástico? Estas palabras positivas son una gran herramienta para luchar contra nuestro chapoteador, nos ayudan a limpiar el barro de nuestra mente, a derretir las barreras y a comenzar a tener una luz interior maravillosa. Lo mejor de todo es que solo tenemos que prestar atención y encontrar dichas palabras en la gente que nos quiere… porque las tenemos ahí todos los días, delante de nosotros. Es un regalo maravilloso al alcance de la mano.
¿Y por qué me cuesta tanto creerme lo bueno que dicen de mi los demás?
Pues muy sencillo. A tu chapoteador lo estas entrenando a diario, y llevas mucho tiempo haciéndolo. Le has dado el poder, y quitarle ese poder te va llevar un tiempo. Pero si te apoyas en los pensamientos positivos que tiene la gente de ti y comienzas a trabajar en la visión positiva de las cosas, crearás consciencia de que puedes y de que depende de ti. Poco a poco le irás venciendo y, pasado un tiempo, te darás cuenta de que la vida tiene otro color y has comenzado a crear magia. En ese momento, Carla sonrió.
Los pensamientos son tremendamente poderosos, si nos torturamos continuamente con pensamientos negativos jamás podremos disfrutar de una emoción positiva, es así de simple. Y no es fácil. Enfocarnos en lo positivo es una lucha continua contra nuestro chapoteador, una lucha que nos acompaña toda la vida. Unas veces venceremos, otras no. Pero si somos conscientes del poder de la actitud positiva y de sus beneficios para nuestro alma, esta lucha habrá merecido la pena.
Con el tiempo, adquiriremos la experiencia y sabiduría de elegir nuestros pensamientos eficientemente. Y con gran amor hacia nosotros mismos, tendremos asimilado que “las circunstancias vienen de fuera… las soluciones las llevamos dentro.”
Javier Villar Valor
Director y Fundador de Impulsa2
Coach profesional y transformólogo vocacional