Nuestros miedos sin duda nos frenan, nuestros deseos, nos empujan. ¿Dónde encontrar el punto de equilibrio?
Nuestra cabeza está programada en función de nuestras experiencias y las de nuestros antepasados. Si nuestros abuelos emprendieron un negocio y tuvieron muy buenas experiencias, a nosotros no nos va a dar miedo seguir con el negocio, o emprender otro. Sin embargo, si nuestros abuelos o padres nunca salieron del pueblo donde nacieron por miedo, ese es un miedo que debemos superar. Si a nuestro padre le dan miedo los perros porque tuvo un accidente de pequeño y un perro le mordió, puede que alguno de nuestros hermanos o nosotros mismos tengamos miedo a los perros. Por lo tanto, el miedo es una fuerza potente y necesaria que nos protege, pero también es lo que nos impide crecer.
Por su parte, el deseo es una fuerza opuesta a través de la cual la mente se enfoca en un objetivo que desea conseguir. El deseo no está ligado necesariamente a una necesidad física o biológica, sino que puede incluir un simple capricho o banalidad.
El arte de observar a nuestra mente y hacer aquello que sabemos que debemos o deseamos hacer a pesar de nuestros miedos, y de no hacer aquello que desea nuestra mente a pesar de que sabemos que no nos conviene o es perjudicial para alguien, se llama sabiduría. A través de esa sabiduría, somos capaces de salir de nuestra zona de confort cada día, semana, mes y año creciendo como personas sin llegar a la zona de pánico mental.
Es cierto que debemos ser conscientes que, en la base de nuestro cerebro más evolucionado, hay uno más primitivo, llamado el cerebro reptiliano que sin pensarlo puede hacernos pensar, decir o hacer cosas mecánicamente sin dejarnos opción a opinar. Por ello, cada día es importante ser más conscientes de cuales son esos pensamientos y creencias que limitan el mundo global a un mundo comprensible, reducido y descafeinado y quienes somos en realidad. ¿Podemos aceptar realmente que somos lo que pensamos? ¿Siempre pensamos igual?, ¿somos lo que sentimos?
Si realmente reflexionamos, estamos formados de una parte intrínseca que no cambia: llamémosla esencia, alma o espíritu; y una parte extrínseca que cambia y se moldea con los años. Mas allá de esa parte extrínseca, donde residen nuestros miedos, de ese personaje que no es más que una suma de hábitos fundamentados en lo que tenemos del mundo y de nosotros mismos, está nuestro centro, nuestro poder, nuestro verdadero ser esencial, que es fuente de paz, de sabiduría y de amor incondicional. Cuando llega una cierta edad en nuestras vidas y estamos listos para ello, empezamos a distinguir estas dos partes y el ser esencial observa y el personaje actúa. Cuanta más observamos, más capacidad tenemos para ir deshaciéndonos de ese personaje y dejando nuestros miedos más profundos y nuestros deseos más superficiales. Si nuestros miedos nos paralizan y los deseos superfluos nos llevan a lugares que no nos convienen, ¿qué podemos hacer?
Ahí es donde el coaching consciente, una metodología que ayuda a las personas a desarrollar su consciencia puede ayudarnos a liberarnos de ese personaje creado desde la ignorancia y liberar el ser. Sólo la verdad nos puede liberar de los miedos y de los deseos personales. La verdad nos llevará al amor incondicional que será el instrumento que todo lo puede curar.
Irina de la Flor. Directora de Lo Mejor de Mí
Fundación Vivo Sano