La verdad está siempre ahí, como una pequeña flor en un sendero que nadie repara en ella. Estar preparado para verla es un arte, y como toda maestría, uno debe entrenarse. La verdad viene a modo de información, como lo hace la mentira, y solo un ojo adiestrado puede distinguir una de otra.
Aunque parece complicado no lo es. La verdad suele ser sencilla y en el fondo tiene que ver con el amor, y la distancia entre la verdad y la mentira tiene que ver con el miedo de ser amado, o no ser amado, o con la necesidad de ser amado, aceptado, comprendido, validado, no juzgado, o respetado.
El proceso que nos acerca a la verdad se fundamenta en la triada información (verdadera), comprensión y aprendizaje. La información debe ser verdadera, porque de otra forma la información comprendida y aprendida como verdadera nos alejaría de la verdad, de nuestro centro, y de nuestra paz. La comprensión debe ser profunda, debemos comprender con el intelecto, pero también con el sentir, con la cabeza y el corazón. El aprendizaje debe ser integral y global para integrarse en el ser. En ese caso, sí que avanzamos como personas.
Aparte del proceso de asimilación de la información correcta, uno debe conocer cómo llega. Para empezar, digamos que cada momento, persona, circunstancia o lugar contienen la información relevante para todo aquél que experimenta dicho momento, circunstancia y lugar, y que nada ocurre por casualidad. Lo segundo que debemos saber es que, si todo ocurre con un propósito y cada momento está diseñado con una intención, debemos abrir los ojos a lo que ocurre dentro para saber interpretar lo que nos llega de fuera. Si no sabemos lo que ocurre dentro, es muy difícil llevar a cabo las tres tareas de estar abiertos a esa información, comprenderla e integrarla.
A menudo las personas que rechazan una parte de su vida (o muchas) no comprenden algo muy profundo de su ser, están o dormidos estancados en su propio dolor, o buscando respuestas donde no las hay. Si estamos mal afuera, estamos mal adentro pues como es arriba es abajo, y como es adentro es afuera.
Todo lo que ocurre fuera en términos generales es una proyección de algo que lo ha creado o generado, desde la naturaleza misma creada e hilada por una inteligencia suprema, como cualquier obra o creación fruto de la mente de un individuo.
Estar abiertos y conscientes de nuestros miedos, problemas y nudos internos son elementos que conforman el requisito primero y fundamental para que el circulo información-comprensión-transformación ocurra. Si pensamos que todo el origen de nuestro sufrimiento está fuera no vamos a poner atención dentro y luego no vamos a estar preparados para la información y las respuestas que nos da la vida como guías para deshacer dichos nudos y miedos.
Una vez abiertos y conscientes de nuestros miedos y de nuestros programas mentales limitantes que nos repiten las mentiras heredadas de nuestros antepasados y de sus experiencias, debemos encontrar la verdad a través de la nuestra propia. También desde nuestro quehacer, nuestra vida y por supuesto desde la gran oportunidad de estar aquí. Es fundamental estar abiertos con ojos, cabeza y corazón a los mensajes que nos llegan, a lo que sentimos con las distintas personas con las que nos relacionamos, y a lo que nos dice nuestra intuición.
Una vez estemos abiertos, el trabajo consiste en unir la información de lo que sentimos, intuimos y llega desde fuera a través de un gesto, una carta, una mirada, o una piedra en el camino. Todo ello servirá para deshacer esos nudos internos, retando nuestras propias mentiras y probando en primera persona qué es verdad y qué no, qué nos hace felices y libres y qué no. Cuando empecemos ese viaje, la información llegará cada vez más rápidamente. Poco a poco, todo tendrá más sentido, y estaremos más conectados y más en armonía con el universo, el amor y la paz.